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healedmemories

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Información personal

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    Milena Ekaterina Sokolova

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  1. Bienvenido a la comunidad de despis! Yo he roleado aquí hace tiempo y disfruté mucho, como nadie te ha escrito en el post te saludo yo misma (aunque no tengo hecha todavía la rewhitelist xD) Buena suerte c:
  2. klk prrrr , me alegra verte por despis ! ya nos veremos por ahi loco.
  3. Nombre y Apellido que vayas a usar ingame: Kayla Carvalho Edad y fecha de nacimiento (REAL): 19/03/1998, 21 años. Experiencia previa en el roleplay: Llevo roleando desde hace un año en servidores pequeños, luego en Junio del año pasado empecé a rolear en SpainRP como miembro de una banda, luego con otro personaje fui mafia y subjefa de EMS. Historia completa de tu personaje (cómo lo interpretarás, procedencia, qué pretende ser, aspiraciones, miedos…): Paulo Carvalho era un hombre de cabellos rizados y oscuros, con una mirada cautivadora. Vivía en la Favela Rocinha. Un día fue a un pub con unos amigos a las afueras de ciudad, de pronto su mirada se percató en una chica de pelo largo negro y de ojos color esmeralda, la chica se movía al son de la música del pub, su cuerpo hipnotizaba a Paulo cada vez más al ver como se contoneaba. Se quedó prendado de aquella chica y cada día iba a ese pub solo para verla bailar. Después de dos semanas intentando coincidir con ella la encontró, ese día Paulo iba con una coleta rizada recogida y una camisa entre abierta con un estampado de palmeras, se dirigió hacia la chica que vió hace dos semanas y la tomó de la mano, ella extrañada lo miró y él le dijo: “Te he visto desde hace dos semanas por primera vez y parece que llevo buscándote toda mi vida”, La mujer sonrió levemente y le concedió un baile, y aquella noche no pararon de bailar. Cada sábado, coincidían en el pub e iban hablando de la vida de cada uno. La chica de pelo largo negro se llamaba Flavia Pereira y vivía en los barrios ricos de Gavea, ella era la única hija del matrimonio de sus padres, por lo tanto, tenía lo que quisiera. A Flavia no le faltaba nada y vivía en lujos, estudiaba fotografía en Moreira Salles y practicaba danza, en cambio, la familia de Paulo era pobre, nunca conoció a su padre y su madre lo criaba como podía con la ayuda de sus padres, ayudaba a su madre en la casa desde pequeño y su pasión era la música. Él se iba con su guitarra a tocar en los barrios ricos de Sao Conrado para poder ganarse un poco de dinero. El vínculo de Paulo y Flavia cada vez era más fuerte, él le componía canciones y ella las bailaba, y siempre se reunían en la playa a escondidas del padre de Flavia. Un día Paulo con 23 años decidió llevar ese vínculo a algo más, y empezó a moverse por las favelas para poder conseguirle un anillo a su amada Flavia. Paulo se metió en más de un lío y se endeudó para poder hacer feliz a aquella chica que conoció hace dos años atrás, quedaron en la misma playa que se reunían desde hace dos años y le propuso matrimonio, Flavia sonriente aceptó y en aquella noche tan preciada consumaron su amor Cuatro meses después el padre de Flavia se dio cuenta de que la chica de 20 años estaba embarazada y la quiso obligar a abortar, ella enojada se fue de casa y buscó a Paulo en Rocinha. Paulo le abrió las puertas de su casa y ella le comentó lo acontecido, Paulo tras esto le prometió de estar con ella y con el bebé que esperaban. Paulo se esforzó mucho en darle la vida que se merecía Flavia, pero nunca pudo cumplirlo, lo poco que ganaba era para subsistir como pudiesen, por lo tanto pensó en meterse en el mundo de la droga para poder mantener a Flavia y cubrir sus necesidades, lo que no sabía era lo que iba a acontecer .Las deudas que tuvo para poder comprarle el anillo a Flavia, cada vez aumentaban a la par a Flavia le quedaba menos por tener al bebe. Pasaron 9 meses y Flavia dio a luz a dos mellizos, mediante un parto por cesárea en el hospital Upa Da Rocinha. La niña se llama Kayla y el niño Joao, los dos tenían el pelo oscuro y los ojos de color esmeralda. Cada vez que pasaba el tiempo Paulo estaba más endeudado y necesitaba cubrir las necesidades de su familia, Flavia intentaba trabajar de profesora de danza pero no le daba para vivir lo que ganaba. Al ver Paulo, que no podía con las deudas intentó con todas sus ganas jugársela e intentar vender droga por los barrios ricos de Sao Conrado, le funcionó y pudo mantener un tiempo a sus hijos y esposa mientras él vendía droga. Meses después de ese acontecimiento Paulo se fue enganchando a la droga que vendía, al principio empezó a catarla pero luego todo fue un descontrol. Un día Flavia descubrió a Paulo drogándose al lado de sus dos hijos, Kayla miraba a su padre sin saber que pasaba y Joao por inercia de un niño pequeño casi se mete el dedo polvoroso de cocaína a la boca. Flavia intentaba alejar los niños de ese ambiente, pero no era posible, ella se había enamorado de un chico bueno y trabajador y resulta que cada vez que veía a Paulo se le destrozaba el corazón, ya no veía nada en él de lo que conocía antes, ella luchaba por que él saliese del mundo de la droga pero no lo consiguió. Un día ella estaba fuera de casa y Paulo estaba con el síndrome de abstinencia, él vio como Kayla de 5 años estaba jugando a la pelota en casa y sin querer rompió un marco de la familia de Paulo, el marco era de cristal y un furioso Paulo cogió el cristal más puntiagudo y se lo clavó a su hija en la mejilla. Se volvió loco y empezó a destrozar todo el inmobiliario de la pequeña casa que tenía mientras se escuchaba un llanto agudo de un pequeño Joao. Una hora más tarde se escuchaban sirenas en la casa de Paulo, la policía entró en la casa de él y se llevaron a una Kayla asustada y a Joao entre llanto bajo la custodia del estado. Después de ese suceso Kayla y Joao no supieron de sus padres. Kayla fue adoptada por una familia española que no podía tener hijos, su madre adoptiva Eva Martínez y su padre Fernando Gutiérrez criaron a Kayla con mucha dulzura hasta la edad de 14 años. A esa edad Kayla empezó a tener cambios debidos la adolescencia, se saltaba horas de clases y se iba al parque con sus amigos a pasar el rato. En esas horas fuera del instituto conoció a un chico de 16 años, Adrián, un chico alto con ojos azules y pelo castaño despeinado, Kayla al principio no le daba importancia, pero poco a poco se fue desarrollando un vínculo amistoso que continúo con algo más. Empezaron a pasar las horas fuera de clases dando vueltas por la ciudad en la moto de Adrián. Un día Adrián le ofreció marihuana a Kayla, ella dudó por un segundo, pero, al ver la cara de él mientras se lo ofrecía decidió aceptar. Todo comenzó con simples inocentadas cuando iban puestos de maria, se colaban en el patio de un vecino de Adrián y se besaban mientras seguían fumando. Al paso del tiempo la cosa se descontrolaba aún más, Adrián comenzó a probar drogas más duras aunque Kayla al principio no lo sospechaba. Una tarde, ella llegó a su casa con los ojos enrojecidos y con marihuana en sus bolsillos, el padre adoptivo de Kayla lo notó, le recibió los bolsillos y le propinó un guantazo tan fuerte que ella se tuvo que sostener a la pared para no caerse al suelo. Ella notó como su padre adoptivo no la miraba como antes, se fue a su habitación sin mediar palabra y se tocó la zona donde le dio el guantazo. Se miró al espejo por unos minutos y siempre se preguntaba por qué tenía aquella marca en la mejilla: “¿Es que mis padres biológicos nunca me quisieron?”.- Se preguntó a sí misma. Comenzó a llorar desconsoladamente por un rato, llamó a Adrián para que la recogiese y se fuesen a dar una vuelta, Adrián le cogió el móvil y aceptó con voz apagada. Diez minutos después se podía ver a ella bajar con ganas por la ventana del chalet de sus padres, por desgracia de ella casi se cae de una altura de 20 metros pero solo quedó en un contratiempo. Nada más pisar el césped de su casa corrió a los brazos de Adrián y lo abrazó muy fuerte, él se apartó con brusquedad y le dirigió la mirada mientras le decía: “Sube a la moto”. Ella quedó desconcertada pero le hizo caso y se subió, llegaron a la casa del padre de Adrián el que se encontraba ocupado en el trabajo, aparcó la moto y subieron a su piso. Kayla le empezó a relatar los acontecimientos que ocurrió con su padre biológico y Adrián solo miraba y suspiraba, ella se acercó a él para darle un beso y Adrián apartó la cara, echó la mano al bolsillo y sacó una bolsita polvorosa blanca, la abrió y la colocó en la mesa. Adrián empezó a esnifar la raya blanca mientras Kayla intentaba pararlo sujetándole del brazo, acto seguido forcejeando, Adrián le dio un codazo que desgraciadamente le cayó en su nariz a la vez que perdía el equilibrio. Ella se quedó en shock por unos minutos y se fue de la casa de Adrián mientras andaba por la lluvia y pensaba en todo acontecido mientras se tocaba la cara y comenzaba a sentir rabia. Llegó a su casa y trepó hasta llegar a la ventana de su habitación, se metió en su cama y cerró los ojos. Al día siguiente miró el móvil y leyó un mensaje que era de Adrián en el que decía: “Me disculpo por haberte tratado tan mal ayer, no sabía qué hacía y no quiero perderte… Quiero quedar contigo hoy y pasar el rato”. Al leer el mensaje esbozó una sonrisa pero a la vez no se fiaba de lo que pudiese pasar, salió de su casa con la misma ropa de ayer y se fue a la casa de Adrián andando, 15 minutos más tarde llegó a la casa de él. Entró en la casa temblorosa y con cabeza cabizbaja, Adrián la recibió con una sonrisa y le intentó abrazar, ella se apartó y él la miró extrañado. Ella estaba confusa, no sabía qué hacer si irse de ahí o plantarle cara a Adrián y preguntarle el por qué le hizo eso. Adrián sacó una bolsa de cocaína y empezó a esnifar las rayas mientras Kayla lo miraba con ojos temblorosos, él le ofreció una raya de cocaína mientras reía y ella denegó con la cabeza. Al ver Adrián que ella no aceptó se enfureció y rompió el cenicero de cristal, Kayla le temblaba las manos mientras veía lo que hacia él, Adrián se acercó a ella y puso sus manos gruesas en el cuello fino de ella conforme se lo apretaba cada vez más. Ella se sentía arrinconada no sabía qué hacer en ese momento, ella lo quería muchísimo pero él la estaba matando, por un intento desesperado de defenderse cogió un trozo del cenicero y se lo hincó en el ojo mientras lo miraba fijamente. Tras esto, se marcha de la casa de Adrián andando hacia donde ella vive, por el camino sentía remordimientos de lo ocurrido anteriormente pero a la vez sentía que era lo que haría cualquiera estando en semejante situación. Horas después se escuchó un sonido de sirenas en el chalet de los padres adoptivos de ella, la madre abrió la puerta sin tener ni idea que pasaba. Un agente irrumpió la entrada preguntando por la hija adoptiva de esta, ella confusa le dijo que se encontraba en su cuarto, Kayla bajó sin saber que le iba a deparar el destino. El agente le hizo muchas preguntas sobre el incidente en la casa de Adrián, ella inocente dijo lo que le clavó un trozo de cenicero en el ojo, el policía mirándole con cara de defraudado esposó a la chiquilla de 14 años y la montó en el coche patrulla mientras su madre lloraba intentando que no se llevasen a su hija adoptiva. El juicio se celebró y la sentencia la declaró culpable por los hechos cometidos, Kayla se iba a pasar una larga temporada en un reformatorio de menores. Cada día que pasaba en el reformatorio la volvería más conflictiva y menos confiada en la gente, lo único que la alejaba de esos conflictos era los libros de poesía que le enviaba su madre adoptiva para que tuviese la mente ocupada en otra cosa. Un día en el comedor del reformatorio se le acercó una chica más robusta en comparación con ella, le amenazó para que le diese la comida que tenía Kayla en la mesa, ella con mirada desafiante le dio un no rotundo. La otra chica se cabreó y le tiró la comida al suelo, Kayla sin mediar palabra conforme la chica se daba la vuelta mediante risas la cogió de los dos brazos, le estampó la cara en el suelo donde todavía se hallaba el plato de comida. Tras esto, le devolvió de nuevo la mirada desafiante con más intensidad y le dijo: “Ni se te ocurra de tirar de nuevo mi comida o haré de tu cabeza un colador.” Kayla se ganó el respeto del reformatorio al involucrarse en varios incidentes, pero ella no quería ese respeto solo quería estar tranquila y salir de aquel cuarto cochambroso donde tenía que dormir hasta tener los 18 años. El tiempo pasó y por fin podía decir adiós al reformatorio, se ha llevado más de un disgusto en los 4 años que ha tenido que vivir allí, ha tenido peleas con otras chicas, los funcionarios le han propinado porrazos indiscriminadamente… En definitiva, eso parecía una jungla más que un reformatorio. A la edad de 18, Kayla encontró un trabajo en una pequeña tienda, por fin le salía algo bien, estaba de alquilada en un piso pequeño y los muebles necesarios para vivir, pero por poco tiempo duraría la gloria. Un día la pillaron robando dinero de la caja registradora y la echaron del trabajo. Estuvo dos años vagando en la miseria y constantemente cambia de lugar donde pasaría la noche, antes de dormir se miraba en los retrovisores de los coches mirándose la cicatriz de la cara, siempre imaginaba como serían sus padres y por qué tiene esa cicatriz. Un día un hombre de 40 años la llevó a desayunar a una cafetería, el hombre la observaba con mirada perturbadora, mientras desayunaba el hombre en un descuido se fue al baño y dejó su maletín en la silla, ella aprovechó y abrió el maletín a lo que vio que tenía tarjeta de crédito y 2000 euros en metálico, ella se fue corriendo del lugar y cogió un bus dirección al aeropuerto. Una vez en el aeropuerto compra un billete para viajar hacia Rio de Janeiro, ella quiere conocer que pasó con sus padres. Una vez llegado a Rio de Janeiro, pudo hallar indicios de donde podría encontrar a alguien de su familia gracias a su madre adoptiva, ella le dio siempre la información que podía saber, quiere mucho a Kayla a pesar de todo. Encontró la casa donde se supone que debería vivir sus padres biológicos pero ahí solo encontró a una mujer mayor de pelo canoso y recogido. Ella le preguntó si conocía a Paulo y a Flavia, la mujer la miró a los ojos con tristeza. Unos minutos después aquella mujer mayor le comentó que era su abuela y tras un largo día en la que era casa de sus padres biológicos le dijo: “Mi hijo, tu padre... Paulo era un buen chico hasta que se envolvió en un mundo conflictivo, él amaba a tu madre y a vosotros, tú tienes un hermano de tu misma edad que se llama Joao, erais una familia feliz hasta que mi hijo probó las drogas… Ese día nunca se lo perdonaré, por su culpa perdí a mis nietos y a mi nuera… Tu padre te rajó la cara con un cristal, Kayla. Todo fue culpa de las drogas, era un pobre diablo que quería hacer lo mejor para su familia, pero le salió todo mal... Ese día que te he contado te llevaron a ti y a tu hermano a un centro de acogida y luego tu madre desapareció. Tu padre años después murió por una sobredosis de heroína, estaba endeudado hasta la médula y sin su familia no le importaba nada. Yo no sabía dónde buscaros, y ni me imaginaria que viniese a buscar a tu familia.” Tras esto, su abuela le dio una foto de sus padres con Joao y Kayla, efectivamente ella tenía un hermano. Kayla se despidió de su abuela dándole un beso en la mejilla mientras se sentía un poco confusa, andando por los barrios de Rocinha se paró en un escaparate y se tocó la cicatriz mientras se miraba en el reflejo, decidió ir a una tienda de tatuajes para camuflar ese horror. Llegó a una tienda de tatuajes cochambrosa y mirando las fotos del lugar se le ocurrió tatuarse una cosa en concreto. El tatuador le preguntó que quería y ella le respondió: “Quiero que me tatúes la cara de una puta calavera en mi rostro”. El tatuador asintió y comenzó a hacerle aquel dibujo en la cara, mientras le realizaba el tatuaje ella pensaba en todo los sucesos que han marcado su vida y solo resonaba una palabra en su cabeza “DROGA”. Por culpa de la droga ha tenido una infancia nefasta en la que realmente nunca pudo conocer por mucho tiempo a sus padres biológicos y también casi era asesinada a manos de su primer amor por la necesidad que el sentía de drogarse. La droga le ha matado las pocas ilusiones que tenía y le ha hecho desconfiar de las personas. Después de tatuarse en la cara pensó en un sobrenombre que se pondría y decidió llamarse “Caveira” por el tatuaje en su cara. Al día siguiente se compró una máquina de afeitar y unas tijeras, quería cambiar su imagen completamente, se cortó el pelo muy corto y se afeitó los lados de la cabeza. Con eso marcó el fin de Kayla y dio el comienzo a “Caveira”. Días después empezó a buscarse la vida por Rio de Janeiro siendo carterista, y consiguió bastante dinero para irse de allí, emprendió un nuevo viaje hacia una ciudad de España. Sus primeros meses en la ciudad fueron complicadas, se las ingeniaba para conseguir dinero, hasta que conoció a un hombre llamado Pay que le ayudó a conseguir un trabajo de camarera y bailarina, ella aceptó la propuesta. Ese señor era como el padre que nunca tuvo, un día Kayla robó dinero del club, Pay en vez de echarla le regañó y le transmitió valores. La única persona que le importó de verdad dejando de un lado su madre adoptiva, él le enseñó lo que la vida no le pudo permitir, lo único malo de ese señor era que tenía negocios turbios y Kayla se ofreció a ayudarle porque pensaba que le debía una al hombre que le salvó de vivir en la desgracia. La única condición: Ella no quería tener que tratos de temas relacionados con las drogas. Ella solo confiaba en ese hombre, tanto que le dijo su verdadero nombre al tiempo de conocerlo. Los negocios del señor Pay y la tapadera del club iba viento en popa hasta que un día unos hombres irrumpieron el local y le dieron una paliza de casi muerte a Pay, ella no se enteró hasta que llegó al club. Seguían con el club como podían, Kayla ya tenía 24 años, aveces se encontraba a Pay con un ojo hinchado o con moratones por las piernas, ella le insistía de ir al hospital pero él siempre se negaba y le decía que le pusiese una copa y le pasase un trozo de hielo para colocárselo en la cara. Meses después Pay dejó una nota en la que ponía: “Mi pequeño pajarito, tengo que irme la gente de esta ciudad es muy mala y yo acabe con deudas que no podía pagar, te he dejado dinero en esta caja para que te vayas tú también y tengas un poco para vivir, ya no veremos algún día si el tiempo lo permite… Gracias por ayudarme, te quiero como si fueses mi hija, Pay.” Kayla entre sollozos arrugó la nota, por una vez en su vida que no le pasa nada y tiene a una persona que le importa de verdad y lo pierde. Se dirigió a coger el dinero de la cajita y se lo guardó en su chaqueta de cuero, cogió una botella de wiskey, se sentó en el suelo y se dispuso esa noche beber a solas en el club. Al día siguiente, hizo las maletas con las pocas pertenencias que tenía y se fue en bus dirección aeropuerto, al llegar al aeropuerto compró un billete hacia Los Santos de ida. Kayla intentaba convencerse que al ir a esa ciudad sería un cambio hacia mejor, pero a la vez no temía a los riesgos que tuviera que enfrentarse, pues ella casi toda su vida ha vivido sobreviviendo, y se le da bastante bien adaptarse a las situaciones sin importarle nada, pues no tiene nada y lo que ha tenido lo ha perdido. Aspiraciones: Kayla quiere por una vez en su vida poder salir de la miseria y tener una vida lo suficientemente estable. Miedos: Le tiene por así decirlo miedo, o mejor dicho odia las drogas por que le han fastidiado su vida, también tiene miedo de que alguien le pueda traicionar y jugársela, por eso no se fia de nadie. Descripción: Una chica de pelo corto tintado gris con los lados rapados, de ojos color verdes, y con la cara tatuada de calavera, complexión delgada para su edad y con un corte profundo en la mejilla derecha. Personalidad: No confía en nadie a no ser que le demuestren lo contrario por actos, Extrovertida, sabe calar a la gente, es fiel a la gente que se lo demuestra, valora lo que tiene, y siempre intenta pensar fríamente las cosas aunque si ve alguna injusticia reaccionará de forma impulsivamente. Muchas gracias por darme esta oportunidad para pertenecer a esta comunidad y este servidor, de verás que tengo muchisimas ganas de rolear dentro ?
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