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Nosferatu

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Información personal

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    Chad Menewa

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  1. Nombre y apellidos: Jared Bradley Fotocopia del ID:
  2. Nombre: Annie Mitchell y Jared BradleyAlquiler de moto: Si.
  3. Para cualquier duda o lo que sea referente al servidor me comprometo seriamente a guiarle y a asumir cualquier problema que haya.
  4. Nombre y Apellido que vayas a usar ingame (ej: Javier Perez): Jared Bradley Edad y fecha de nacimiento (REAL): 24 años - 14/10/1995 Experiencia previa en roleplay: Roleé a los 15-16 años en SAMP durante varios meses; tengo alguna experiencia en roles básicos de mesa; y por último en GTA V he roleado en servidor sin whitelist y otros como CrazyNess, durante varios meses de taxista y posteriormente mafia y GamerLand como civil y banda. Historia completa de tu personaje (como lo interpretaras, de donde viene, que pretende ser, sus aspiraciones y sus miedos etc...): El día 18 de septiembre del año 1986, en el hospital de Sandy Shores, en la isla de Los Santos, nacería Jared Bradley siendo abrazado cariñosamente por su madre bajo la atenta mirada de una de las matronas. Jared se crió en la cálida Sandy junto a niños y numerosos coyotes que patrullaban por sus alrededores. Curioso y sin miedo, Un niño con cierto tono moreno, asemejado a los nativos americanos, pero rubio, jugaba entre las caravanas del pueblo junto a los demás a eternas batallas de soldados que acababan en empate por los que desertaban día tras día. Llegada la noche, su enfermera preferida le trataba las heridas en la estrecha cama en la que dormían mientras que el valiente soldado relataba las encrucijadas a las que debía exponerse al intentar salvar a sus compañeros. La bondad de Jared, de los valientes que tenía a su lado y de los despiadados enemigos a los que se enfrentaba, era digna de elogio por las personas más valerosas del mundo, pero ésta desaparecía entre los gritos y ruidosos golpes secos del choque de sus “espadas” de madera contra los “escudos” de los feroces adversarios. Los días en la infancia de Jared pasaban idénticos uno tras otro: se despertaba, desayunaba, salía junto a su madre a hacer algún que otro recado por el pueblo si no había clase, reían, jugaban, tomaban el almuerzo y finalmente Jared se preparaba para otra de sus batallas o expediciones, si el tiempo lo permitía, mientras que su madre trabajaba. Por desgracia el sueldo de una enfermera de Sandy era bajo comparado con la de los colegas del sector, pero el amor a la profesión y la ayuda a la comunidad era suficiente para que Sophie se atase a ese edificio de hormigón. Dado el bajo poder adquisitivo del que disponían, Jared apenas podía permitirse el ir a una escuela, ya que tendría que viajar a la ciudad de Los Santos, pero sí acudía a las clases que daban algunos de los vecino a los chavales del pueblo. Nunca se perdía una. Como cualquier niño siempre comentaba que su madre era la más fuerte y lista del pueblo, y que su padre era un intrépido aventurero que viajaba por todos los rincones de Estados Unidos, descubriendo sitios únicos y exóticos, pero el silencio y algún que otro sollozo llegaba cuando los demás chavales objetaban ese trabajo idílico argumentando con fuentes "fidedignas", que eran sus propios padres, que no era más que un borracho que apestaba a mierda de cerdo. Ninguna de ambas respuestas era errónea puesto que la verdad era caprichosa y los puntos de vista eran múltiples y en pasado. A Jared le dolía, pero siempre se reforzaba en las que, para él, eran las sabías y verdaderas palabras de Sophie. Un día cualquiera, de los muchos en los que volvía magullado por las heridas de la batalla, se encontró con una visita prevista desde esa mañana en la que su madre le dijo que iba a venir a cenar un hombre que le gustaría que conociera. Jared no se acordó de aquellas palabras y le sorprendió ver a alguien más en aquellas cuatro paredes metálicas a las que llamaba casa y… caravana. Poco después se acordó, pero al ver a ese hombre no muy rechoncho y con alguna que otra herida en la cara y en el cuello, permaneció callado y distante esperando que ocurriese algo extraordinario. El hombre se acercó al pequeño Jared de 10 años y le acarició con el típico movimiento que se hace cuando un hombre toca la cabeza de cualquier niño: con intensidad, un movimiento hacia delante y hacia atrás, y arrancando algún que otro pelo del sudoroso cabello de Jared. Al tratarse de una situación poco deseada por, aparentemente, ambas partes, fue una situación un tanto torpe y de poco gusto. Sentados ya en la mesa mientras Sophie repartía con ilusión y preocupación la comida, trató de explicar quién era ese caballero que se sentaba a su derecha. Su nombre era “Aquel Hijo de Puta, Asqueroso y Maloliente” de la familia “Ojalá lo Hubiese Matado Aquel Día”, bautizado años después por el propio Jared, que conoció en el hospital debido a una situación un tanto cómica para unos y seria y peligrosa para otros (los detalles fueron ocultados a Jared). Un día, “Aquel Hijo de...” se presentó con un supuesto amigo suyo en frente del hospital en un estado casi comatoso, debido a unos ricos y refrescantes zumos de cebada que se solían servir en uno de los múltiples lugares de ocio, diversión y peleas de Sandy. Sophie, como una de las enfermeras del Hospital, tuvo que asistir con el de seguridad, celadores y médicos, a uno de los hombres tratándolo de tranquilizar. Tras el posterior tratamiento de ese supuesto amigo por parte de, no equivocarse, los Sheriff de Sandy, “Aquel Hijo de...” se fijó en Sophie, y comenzaron, una vez terminado el turno de Sophie, a entablar una extraña conversación mientras ésta se dirigía hacia su caravana. Ambos ya se conocían. Ella sabía que era un hombre que frecuentaba aquellos lugares de ocio y diversión, pero por alguna extraña razón se encandiló de él. Los días pasaron y ese hombre seguía apareciendo por las noches en la caravana de Jared. El pequeño empezó a cogerle cierto cariño al hombre día tras día. Cuando empezaron a normalizarse las cosas Jared siempre se encontraba al llegar a casa los días que tenía por la mañana a su nuevo amigo, con el que comía junto a su madre y charlaban alegremente. Para Jared era una liberación y un relleno, pero desafortunadamente no sabía cómo tenía que actuar un padre, así que para él cualquier cosa era bienvenida y agradecida. Dos años después, en 1998, cuando Jared tenía 11 años para cumplir los 12, el novio de su madre y a la vez su “nuevo padre” se dispuso a vivir con ellos, comprando una nueva caravana con una habitación, una cama más grande y un sofá-cama para el joven Jared. Para él no era de agrado estar escuchando todas las noches los muelles chirriosos de la cama de su madre junto a los gemidos de ella, pero no podía hacer otra cosa más que quedarse despierto o salir a dar una vuelta mientras se tranquilizaba la cosa. Las primeras noches eran siempre igual desde que se mudó “Aquel Hijo de...”, pero conforme fueron pasando los meses y los años, los gemidos cesaban para dar paso a ciertas palabras y actos que los oídos y ojos de Jared omitían por miedo. La relación entre su madre y aquel casi rechoncho caballero se fue quebrando poco a poco, pero desde una visión fuera de ese noviazgo. No era normal para Jared los tonos agresivos con los que aquel hombre hablaba a su madre, o cuando le levantaba la mano. Recién cumplió los 15 años de edad, Jared se encaró por primera vez frente al novio de su madre. Éste no se lo pensó dos veces y le propinó tal puñetazo que lo tiro al suelo de esa nueva pero vieja caravana. Su madre, cegada hasta el ocaso por un falso sentimiento de amor que había ido madurando tantos años en soledad y había crecido vigorosamente durante los años con los que estuvo con su nuevo novio, no pudo oponerse a “Aquel Hijo de...”. Jared en ese momento se rompió en dos, cogió su mochila, metió un par de cosas y se fue. El novio de Sophie, por precaución y miedo a represalias por parte de los Sheriff, convenció fácilmente a la madre de Jared para largarse del pueblo ese, dejar su trabajo, irse a un motel de Paleto y trabajar para conseguir algo de pasta antes de irse de la isla de Los Santos. Jared no tuvo idea alguna de lo que ocurrió, lo único que supo dos días después, tras acercarse a su caravana para llevarse por la fuerza a su madre de allí es que la caravana y su madre habían desaparecido. No quedándole otra opción volvería a donde había dormido estos días y donde había convivido con gente “multicultural”: el motel abandonado de Sandy. Sus 15 pasaron realmente despacio. Al tener amigos en el pueblo le ayudaban a subsistir, pero el hecho de haberse quedado solo le llenaba de un sentimiento devastador por dentro. Empezó a robar de las tiendas de Sandy lo que podía y necesitaba. A veces con ayuda y otras veces solo. Se la jugaba una y otra vez porque allí todos se conocían y el que no te viesen la cara era de vital importancia, aunque servía de poco... la gente de Sandy tampoco es que naciera ayer. Tras un traspié cogiendo algo de comer, el Sheriff le paró acercándole el suelo a la cara de Jared, esposándolo y llevándoselo retenido a comisaría, donde estaría durante varias horas y con una nariz un poco dolorida. Ya se conocían ambos. Hablaron largo y tendido de la situación en la que estaba metido Jared, explicándo a Rick todo lo que había sucedido desde que aquel hombre entró a su casa. Rick, cauto y poco confiado, no le dio mucha credibilidad a la historia de Jared, pero en el fondo sabía que tenía razón, solo que no quería justificar los continuos robos. Jared pasó la noche en una de las celdas, por decisión propia tras la propuesta del Sheriff a hacerlo. Al día siguiente se presentó un hombre de unos 40 años aproximadamente con el que estuvo hablando Rick durante una hora. Jared, esperando en una de las sillas de la comisaría, vio salir a ambos del despacho con caras serias. Aquel hombre, que más tarde Jared conocería por William, se trataba del pastor de una Iglesia de Los Santos. Durante los tres años siguiente, hasta que cumplió los 18, Jared estuvo dando clases de todo tipo dentro de una comunidad cristiana protestante. Allí cultivó lo que para él es una de las grandes enseñanzas de su vida: la ayuda al prójimo/el servicio a la comunidad. Estos tres años no fueron del todo un agrado para Jared, pero le ayudó a centrarse en lo que de verdad importaba. A través de William encontró un puesto de trabajo a las afueras de Los Santos, en un bar al norte de la isla llamado “Hookies”. No era gran cosa, se pasaba las horas limpiando y no le daban mucho, pero le servía para pagar la habitación del motel en Paleto y ahorrar un poco. Se puede decir claramente que en este punto comenzó de nuevo la vida de Jared. Era un lugar muy transitado por toda clase de gentes, pero sobre todo de gente con una clase de vida que fascinó a Jared por completo. Llegaban por la carretera, normalmente desde Paleto rugiendo y rompiendo el viento a su paso a través del sofocante calor que irradiaba el asfalto. Subidos a un vehículo de dos ruedas con un casco Jet o Clásico, gafas y pañuelos llegaban al aparcamiento del Hookies acalorados y con ganas de refrescarse el gaznate tras una larga ruta. No sabía mucho del tema, pero le fascinaba las historias que contaban mientras estaban sentados en los bancos. De vez en cuando llegaban como en una especie de formación de motos grupos con chalecos de cuero y logos en la espalda. Las primeras veces les infundía muchísimo respeto, pero el sentimiento de curiosidad estaba al mismo nivel, aunque no se atrevía a preguntarles para satisfacer esa faceta suya. No era muy normal verles por allí, así que finalmente les peguntó. Los hombres que allí se mostraban sentados junto a una cerveza en los bancos de madera del Hookies se quedaron mirando al chaval seriamente. El joven Jared de casi 19 años, para prevenir, esperó el momento justo para no cortarles en medio de una conversación, pero aún así fueron los cinco segundos más largos de su vida. Terminado el infierno uno de ellos con una barba larga y canosa le invitó a sentarse junto a ellos. Jared miró a su alrededor, buscando al jefe del Hookies, a modo de desesperación para que le sacase de ahí, pero tras volver la mirada sobre la cara sonriente del hombre se tranquilizó, dejó la escoba y el recogedor apartado en una pared y se sentó con sumo cuidado. Fueron 30 minutos de preguntas y respuesta junto a miradas rápidas de Jared hacía dentro del establecimiento vigilando para que no le pillase el jefe. Quedó estupefacto, pero le supo a poco. No le quedó claro el tema de asociación, gangs, clubes… Sin embargo la camaradería que se respiraba y la lealtad hacia un emblema le cautivó. Aquel hombre, el de barba canosa, le pidió una servilleta y un bolígrafo. Escribió lo que parecía una frase. Dobló la servilleta tras terminar de escribir y le dijo a Jared que hasta que no se comprara su primera moto de carretera no lo abriese. El grupo pagó, se levantó y se montó en aquellas máquinas a las que Jared miraba con celos y admiración mientras se iban, como vinieron, en una extraña formación que no entendía. Pasaron dos años. Jared conoció a más de aquella gente que vestia cuero y botas bien destrozadas por el tiempo que paraban en el Hookies. Algunos de ellos eran clientes habituales con los que hizo buena relación, y otros con los que se guardó una amistad corta, pero que sentía como eterna. A los 22 años consiguió mediante un contacto un trabajo de seguridad. Le pagaban más y sólo le importaba eso ahora mismo: tenía que conseguir una moto. Durante un año mantuvo una relación, pero nada significativo, solo el ser la primera en compartir aprendizaje y vida. Con 24 años consiguió ahorrar para su primera y última Rat Bike. No era gran cosa, la compró de segunda mano a un tipo de Paleto ahorrándose un pastizal. Aprendió lo básico para su mantenimiento y se echó con ella a la carretera disfrutando de la ruta mítica de la 68 y de las autopistas largas y curveantes de Los Santos. Cinco años pasaron desde que un hombre con barba le entregó una nota. Mentiría si dijera que Jared no se moría de ganas por abrirla, así que tras comprar la Rat y antes de fundirse en uno con la carretera, desplegó aquella servilleta y leyó una dirección. No entendía muy bien la calle, pero sí la ciudad y el estado: Sapulpa, Oklahoma. Supo rápidamente a quien encontraría allí, pero no se sintió del todo preparado, quizá fuese temor o simplemente puros nervios, lo que tenía claro es que necesitaba disfrutar junto a la moto del calor del desierto sobre su espalda y brazos. Varios días después se convenció fácilmente a sí mismo proponiéndose viajara hiciese lo que haría falta para ello. Meter una moto en avión o barco era un poco costoso para su capital financiero, pero no imposible si ahorraba otro año. No pudo esperar ni tres meses más. Se las apañó y viajó por mar y tierra hasta Oklahoma. Su primer escollo se interpuso, valga la redundancia, en su primer viaje en barco (nunca antes viajó en transportes de mar, solo en alguna lancha esporádicamenteen en Alamo Sea) cuando a causa de circunstancias climatológicas tuvieron que dar la vuelta unas pocas millas desde la costa y se dieron contra un peñón pegado al muelle, teniendo que evacuar rápidamente y sin perder la moto. El viaje de ida lo pasó vomitando y con diarrea. Tocó tierra.Tomó la 66. No recorrió ni 30 kilómetros cuando la Rat se averió. Tardó 2 días en que pudiese salir de nuevo a la carretera. Llegó a Flagstaff, luego pasó por Winslow hasta llegar a Holbrook, donde, por suerte, conocía a otro motero que le dio cobijo por un par de días. Lo suficiente para volver a reparar y poner a punto con ayuda su moto. Fue directo hacia Amarillo visitando rápidamente Albuquerque. Allí se tomó otro día en un motel de carretera, a las afuera de Amarillo, donde el karma le golpeó tan duro que se quedó sin moto. Durante la noche se la habían llevado. No había moto, no había ruedas, ni sillín, nada, solo estaba él con su mochila, su casco y su bandana. Miró, remiró y se cagó en Dios. Con actitud desafiante se dirigió a la oficina del motel, donde encontraría al dependiente. Gracias a lo que fuese y creyese en ese momento Jared, el motel disponía de dos cámara de seguridad. Se apreciaba poco, pero se podía ver la matrícula y color (oscuro) de la furgoneta que se acercó esa noche. Denunció, y sin muchos más detalles consiguieron encontrar la moto. Dio gracias a los cuerpos de seguridad, se montó y se fue directo a Oklahoma llegando a Sapulpa. No sabía a dónde ir. Tenía algunas sílabas de la calle, pero poco más. No le fue necesario, con solo decir “club de motos” halló el lugar. Era un local normal. Tenía alrededor de 12 motos colcadas perfectamente enfrente del local, había pintada en la fachada un cráneo de búfalo y en la entrada de la puerta, arriba a su derecha, según mirabas de frente para entrar, tenía el típico letrero colgante con el logo en el que se podía leer en el rocker superior “Dead Buffalos”, en el centro se encontraba la calavera y en el rocker inferior “Oklahoma”. Era el mismo logo que pudo observar hace años en el Hookies. Tocó un par de veces la puerta, entregó la servilleta y le invitaron a entrar. Diez años después, con 33 años, Jared salió por última vez de ese local, rodeado de aquella gente con la que estuvo tanto tiempo. En su chaleco se podía ver la palabra “supporter” detrás y un pequeño parche delante con su nombre. Le habían enseñado todo lo que supone un Motor Club y su forma de vida. De ellos pudo aprender a respetar los chalecos, a los hermanos y a las motos como si fuesen su propia vida; a disfrutar cada segundo de las rutas, pese a las adversidades; a rendir pleitesía; respetar las jerarquías; a decidir como iguales; y honrar y guardar lealtad a tus colores. También sabía que otras muchas cosas, por su condición de supporter, no podían enseñárselas, pero le explicaron el funcionamiento de cada engranaje que hacia circular una maquinaria durante años y años. Aunque existía otra cara de la moneda. Jared aprendió que en la vida de un MC, dependiendo de la naturaleza de este, no todo es color de rosas. Algunos se financiaban con ciertos actos poco lícitos y nada fáciles. Pero que difícilmente eclipsaban, para él, el trabajo que ponían para que su ciudad o su pueblo fuese un lugar mejor donde vivir. No se podía decir que fuesen los reyes de su localidad, pero eran miembros activos de esta donde ayudaban con eventos benéficos para los necesitados. A Jared le sorprendió la contradicción que se presentaba entre unas cosas y otras, pero que empezó a entender la necesidad de hacer ambas. Pese a todo Jared volvía de camino a casa, a Sandy, con un nuevo estilo de vida y con multitud de amigos de todo el mundo de las motos, desde los propios de Oklahoma como otros clubes amigos de estos con los que compartió momentos únicos y trabajos, con unas metas claras y en avión (la Rat en barco). Sabía que su sitio no era Sapulpa, y los búfalos lo tuvieron claro desde el primer día. Cada motero debe trazar su propia ruta y la de Jared no iba a ser nada fácil, pero seguro que iba a disfrutar como lo ha hecho durante los últimos 15 años. Cierto es que las ganas pueden a cualquier cosa y que con sabiduría se podía allanar el terreno. Historia completa de tu personaje (como lo interpretaras, de donde viene, que pretende ser, sus aspiraciones y sus miedos etc...): La interpretación del personaje jugaría en torno a su pasión y forma de vida de motero junto a la protección incondicional de los niños y jovenes de sean de donde sean con toques de "paletadas" en algunos campos. Sería una persona amable y que cuida a los de su alrededor, pero con rencor hacia las personas que le han hecho algún mal (rencores muy profundos, angustiosos y llenos de ira). Fuero de eso sería alguien extrovertido, sin miedo a nada, callado cuando le toca y que dejaría leer entre lineas en sus palabra. Luego, tras coger confianza con las personas su forma de ser sería mucho más clara y alocada. No supondría para él ningún problema, en un principio, de cometer actos delictivos de baja índole (palizas, extorsiones...), pero otras más crudas como matar, torturar, etc, supondrían una introspección previa muy marcada y nada fácil. También suele tener confrontaciones directas en ciertos debates y conversaciones en las que sea imprescindible tomar decisiones duras y bien planteadas. Y por último hay dos aspectos importantes, el primero sería su orientación sexual en la que es bisexual, pero reprime una de las partes y la segunda es en relación al dinero, que es una persona low cost en el sentido de conseguir el dinero justo para sus necesidades básicas. Sus pretensiones y aspiraciones serían pertenecer a un grupo que fuese un pilar más de su localidad mejorando ésta en apartados pobreza (ayudandoles), educación y tal, crear cultura motera haciendo ver que es un estilo de vida con valores muy marcados, mejorar en el aspecto humano (que tendría un alto nivel ya de serie), cerrar capítulos oscuros de su vida, formar una familia de hermanos, viajar junto con su moto por los largos caminos de Los Santos y, lo más importante, traer a su madre, esté viva o muerta, de nuevo a Sandy donde pueda descansar en paz y saber la verdad sobre su padre. Los miedos del personaje serían básicamente al agua, es decir, a tener que navegar en el mar, a identificarse formalmente su sexualidad, a perder a sus hermanos y gente importante en su vida, llegando a poner la suya en riesgo si la otra lo estuviese y a no volver a ver a su madre.
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