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souos89

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    Lois Lemos

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  1. Invito a mi colega ya que queremos rolear juntos y me gustaría ser su padrino y enseñarle como va todo en este servidor. Aquí les dejo el perfil del foro: https://despistaos.es/foro/profile/31183-knuu/
  2. Nombre y apellidos que vayas a usar in game: Lois Muiños Lemos Edad y fecha de nacimiento (REAL) 23/03/1994 (25 Años) Experiencia previa en roleplay: 1 año más o menos en servidores como Plan maestro y alguno más pequeño, también estuve jugando en Arma 3 Historia completa de tu personaje: Pontevedra. Caldas de Reis. 1994. Fueron las doce de la mañana cuando Lois nació. El primer llanto hubiera sido música celestial para sus padres, jolgorio y mucha emoción, pero desgraciadamente no fue así. Ellos no habían buscado en ningún momento aquel nacimiento—digamos que fue un desafortunado “accidente”— pero tuvieron que resignarse y cuidar de él de la mejor manera que sabían. Eran padres primerizos, y lo que hicieron fue usar a Lois como conejillo de indias antes de que el niño que realmente habían buscado, naciese. Tras unos años, aquel día llegó y fue todo un evento y una celebración, ellos no podían estar más encantados con el bebé. El joven observaba a su pequeño hermano en brazos de su madre, mientras él agarraba la arrugada mano de su abuela. Aquella anciana era la que realmente había cuidado de él, quien le había criado y... sí, también malcriado. Todos los abuelos tenían su ojito derecho, y Lois era el de ella. Sus orbes estaban clavados en las expresiones de sus padres, en las sonrisas que le dedicaban al bebé y que, en cierta manera, le hacían sentir algo de envidia. “¿Por qué no mostraban esa felicidad y ese cariño con él?”, era lo que se repetía una y otra vez en su cabeza sin poder apartar la mirada. De repente, su mano fue agarrada con un poco más de fuerza, y provocó que sus ojos se desviasen hacia el rostro de su abuela. Ella le miraba, dedicándole una tierna y amable sonrisa que consiguió contagiar al moreno. “Es tu hermano pequeño, cuidarás bien de él, ¿verdad?” Fue lo que le preguntó y a lo que el pequeño asintió sin pensar. Siempre había sido un chico solitario y, dado que la relación con sus padres no mejoraba—si no que iba empeorando con el tiempo—al menos mantenía toda su atención en su abuela y su hermano, aquellos a los que quería y protegería a como diese lugar. No obstante, tampoco es que fuese alguien que pudiese mantener largas conversaciones con la gente, no era tampoco muy hablador. Y a pesar de las cortas charlas que tenía con ambos, o las secas palabras que salían de su boca, los dos le conocían y no necesitaban nada más para saber con certeza que eran de las pocas personas que residían en el corazón del muchacho. Obviamente tenía esas normales peleas que tenían los hermanos, y claramente él siempre tenía que tener la última palabra porque era mayor—aunque sus padres siempre le daban la razón al pequeño, como no—pero, aun así, tenía avisado a todo el mundo de que él podía ser el único que tuviese esas peleas con él, no iba a tolerar que nadie le tocase un pelo. No es que fuese alguien popular o temido en el barrio en el que residían— que sin duda era un lugar por el que había que andar con pies de plomo dada su peligrosidad— pero sí que era bastante conocido por gente con la que había que tener cuidado, y ya les tenía avisados de que ni se les ocurriese siquiera mirar a su pequeño hermano. No quería que nadie le llevase por el mal camino y pudiese terminar como él. Y es normal que ahora surja esa duda de... “¿por qué como él?”. Lois había terminado el instituto, la ESO, pero hasta ahí. Luego comenzó a interesarse por el tema de la informática, apasionado de los coches desde niño, y ejercitándose cada día en un gimnasio. Tras graduarse trató de seguir estudiando algún modulo sobre informática, pero, por lo demás, sus padres habían volcado siempre toda su atención- en su hermano, le habían colmado de halagos y, por supuesto, no paraban de repetirle lo orgullosos que estaban de él. Obviamente Lois se sentía mal por aquello, aunque trataba de ocultarlo escondiéndose tras una coraza que él mismo se había construido. Una coraza que en realidad era muy frágil. Pero no por ello odiaba a su hermano, no porque le prefiriesen a él iba a detestarle... ¿para qué?, con eso lo único que haría sería quedarse realmente sólo y aislado. Además, sabía de sobra que quien realmente sentía admiración por él, era su hermano. De su familia tenía muy malas experiencias, quitando obviamente a los dos miembros nombrados antes, pero en general no tenía muy buena relación con los demás. El que peor se lo había hecho pasar, o quizás el que más se aprovechó de él, fue su primo. Cuando Lois contaba con ocho años, este le obligó a pelear con niños de su edad, o incluso algo más mayores. Las apuestas por ello estaban a la orden del día, y, no contento con ello, también le obligó a pasar algo de droga. Al ser tan pequeño y joven—porque tuvo que hacer eso hasta los doce años más o menos—nadie iba a sospechar de él. Ningún miembro de su familia sabía sobre eso, y de haberlo sabido quizás tampoco habrían empleado mucho esfuerzo en sacarle de ahí, o quizás no mostrarían demasiado interés. Obviamente su abuela sí, pero ¿qué iba a hacer esa pobre mujer para remediar eso? Los abuelos normalmente son los grandes ignorados o los más aislados de la familia, no habría podido hacer mucho. Pero mejor así, mejor que se haya mantenido en la ignorancia, porque quizás lo habría pasado incluso peor que Lois, o quizás su relación con él cambiase. No lo sabía, ni tampoco tenía ganas de averiguarlo. No era sencillo acercarse a Lois, ser cercano... Pero tampoco imposible y, cuando lo conseguías, era lo más real que se puede imaginar. La lealtad del joven era envidiable y, aquellos afortunados que lo conseguían, podían sentirse agraciados. De ahí que pudiese contar esas amistades con los dedos de una sola mano, y aun así le sobrarían. Podríamos decir entonces que las únicas personas que le soportaban eran tres, contando con su abuela y su hermano pequeño. Este amigo suyo había sido, además, su compañero de travesuras, su mejor confidente y quien conseguía sacarle de casa cuando peor se encontraba. Sin duda era alguien a quien cuidar, pero existía una fina línea entre lo que se quiere y lo que se puede hacer. Lo recordaba perfectamente, ¿cómo olvidarlo? Dudaba el poder quitárselo algún día de la cabeza, y daba por hecho que le perseguiría hasta el fin de sus días. Fue una noche en la que salieron, como cualquier persona joven, a tomar algo a uno de los pubs más concurridos del barrio. Él y su amigo, no necesitaban realmente a nadie más, sobre todo porque para Lois ya sería algo incómodo ser multitud. Todo estaba bien, tranquilo aunque animado. Música alta, chicas y chicos en su patético intento de ligar que, sí, muchas veces resultaba y otras muchas era para darse el gustazo sólo por un rato. Pocas veces se conseguía encontrar a la persona de por vida en esos sitios, pero tampoco era imposible, nada en esa vida lo era... ni siquiera el hecho de que su amigo pereciese y él matase a alguien... ¿verdad? Desgraciadamente así fue, y todo empezó por un choque tonto que bien fue culpa de aquel chico que, sin miramientos, empujó con un disimulo nefasto al amigo de Lois. El estar tranquilo y que, por un movimiento brusco, se te derramase la bebida encima, no era agradable. Pero no, que va, realmente eso molestó, pero no fue el motivo de la desdicha. Ambos intercambiaron miradas de desprecio e inconformidad, desafiantes por parte del otro, pero el amigo de Lois supo mantener la calma y no lanzarse contra ese, pero poco le faltó. Ese se volvió con su grupo de amigos y comenzaron las bromas y las risas, ambos fueron señalados por ellos y comenzaron las mofas y claramente las provocaciones. Pero no, tampoco fue eso lo que desencadenó el infortunio. Por quien terminó la noche manchada de sangre, fue por una chica. Aún en nuestro tiempo existían “personas”, por llamarles de alguna manera, que no diferenciaban entre un “no” y un “si”, y ese grupo de amigotes que se divertían a costa de los demás, no tuvieron bastante aquella noche y necesitaban ponerle la guinda al pastel. Que un grupo de personas rodeasen a una sola ya daba mala espina, pero si encima se escuchaban risas por parte de ellos, y balbuceos y negaciones por parte de la otra, ya se podía dar por hecho que algo malo pasaba. Si bien lo que hizo el amigo de Lois podría contarse como una heroicidad, también podía considerarse como una imprudencia. Lo más inteligente habría sido avisar a las autoridades, pero en ese momento, gente como los dos amigos, eran poseídos por la impulsividad que les caracterizaban y así evitar tener que seguir viendo como molestaban a la joven, sin poder hacer nada. Lois, tras conseguir un poco de cordura antes de la desgracia, sujetó el brazo de su amigo con firmeza, en un triste intento por frenar aquel desastre que tarde o temprano llegaría. Sabía que algo iba a ir mal, lo presentía, pero también sabía que no podría hacer nada por frenarle, le conocía. Es por eso que, tras sujetarle y conseguir que su amigo le mirase, pudo sentir el miedo de no volver a verle. En su interior lo sabía, y su cabeza, por un corto momento, trató de memorizar cada rasgo del joven que fue interrumpido por un tirón de su mano. Este se había conseguido deshacer de él para enfrentarse a esos chicos. Lois tampoco se quedó atrás, iba a tratar de protegerle, pero... no podía negar que era muchos más que ellos y estaban en clara desventaja. Sobre todo, porque uno de ellos tenía un arma blanca que usó contra el joven héroe. Lois estaba siendo golpeado, propinando también buenos golpes, golpes que frenaron en seco al ver como el cuerpo de su amigo se encorvaba y empezaba a brotar sangre de su abdomen. Si hubiesen aguantado un minuto más, se habría salvado gracias a las sirenas de la policía, pero, fue tarde. A Lois le pitaban los oídos, sentía el sabor de la sangre, escuchaba todo embotado y sentía que la cabeza le daba vueltas. Trataba de llegar hasta su amigo, intentando frenar el choque de su cuerpo contra el pavimento. Le mantuvo entre sus brazos mientras los agentes se acercaban a ellos, ponían a la chica a buen recaudo para que les explicase aterrada qué había pasado, y llamaban a la ambulancia. Otros, en cambio, fueron en busca de ese grupo de chicos, responsables de la inminente muerte del joven. Tras ese día, Lois había tratado de dar con el responsable. Su abuela sabía de su impulsividad, aunque tampoco le creyó capaz de hacer lo que iba a hacer en cuanto le tuviese delante. Estuvo más encima de él que de costumbre, velando porque no hiciese ninguna tontería e intentando apoyarle. Lois mantenía mucha rabia acumulada en su interior, que, si bien su abuela conseguía mitigar, muchos recuerdos le venían de pronto e incrementaban esa ira. Muchas veces miraba a su hermano y temía que algún día pudiese pasarle algo similar a él, veía a su amigo reflejado en él. Quedó con alguien que le proporcionó el arma, manteniéndose frío en cada momento. Ahora sólo quedaba su objetivo, el cual ya sabía dónde encontrar gracias a su otro contacto. Esta vez no estaba con sus amigotes, estaba sólo, dirigiéndose a casa tras salir del juzgado. Había esperado a que sus acompañantes se fuesen o despistasen para ir directo a por él y, sin pensarlo dos veces, hundir esa navaja en su abdomen. Agarraba con tanta fuerza el objeto, que parecía tenerlo incrustado en la mano, con lo que la fuerza fue superior a la esperada. Podría haberle dicho algo, pero no salió nada de su boca. Sólo el hecho de saber que se moriría, era más que suficiente para cubrir su necesidad de venganza. Sabía que su amigo no iba a volver con ese gesto, su abuela se lo había dicho mil veces, pero al menos se quedaba tranquilo de saber que no iba a tocar a su hermano en ningún momento. ¿Y ahora qué? Era consciente de que tarde o temprano la policía daría con él si se quedaba allí. Le hubiese dado igual ser encerrado, pero darles el placer a sus padres de verle fracasar de esa forma no era algo que tuviese en mente. Pero más aún, no estaba dispuesto a que las dos personas que más quería le viesen entre rejas. Ya no sentía ira, más bien vergüenza y miedo del cómo le mirarán su pequeño hermano y su anciana abuela. No le quedaba más remedio que huir, irse lejos, lo más lejos posible. Claramente aquello no iba a ayudar en que esos sentimientos se disolviesen, pero no podía pensar en otra cosa en esos momentos. Así fue como cogió el coche con sus cosas, su billete de avión, y se dirigió al aeropuerto y, posteriormente, a los Santos. No tenía un objetivo concreto, quizás mantenerse oculto, buscar el perdón de alguna manera o simplemente huir para no ser una mala influencia para su hermano. Vivir con eso no iba a ser fácil, pero no le quedaba otra. Trabajar, conseguir dinero, labrarse una buena vida y, entonces... quizás volver algún día y enfrentarse al problema. Cualquier cosa que quieras añadir (Opcional): Personalidad: Lois nunca ha sido alguien muy hablador, desde pequeño ha tratado de decir siempre lo justo y necesario. Sincero como ninguno, no tendrá reparos en decir lo que piensa incluso si es a alguien peligroso. No por ello deja de ser listo, aunque más bien le definiría como una persona astuta y observadora. También cuenta con madera de líder, sabiendo organizar bien la situación. Enfadado no suele golpear, darse de tiros o pegarle tres gritos al causante de su cabreo. Lo que Lois hace en esos casos es mantener el silencio e irse. Que no quita que ya en su mente vaya maquinando algún tipo de venganza. Gustos: Siente pasión por los coches, sean cuales sean, pero sobre todo los de fórmula 1. Es un gran conductor y se sacó el carnet en cuanto tuvo ocasión; El metal es el tipo de música que más le gusta escuchar con diferencia, se podría pasar todo el día pegado a los auriculares, aislado de todo el mundo y sumido en sus pensamientos; Le flipa el color verde, pero no cualquiera, siente cierta atracción por el verde de los “monster”, aunque prefiere mil veces los redbull; El gimnasio, es un sitio que seguramente frecuentaría bastante allá donde vaya. Disgustos: Odia básicamente que le den órdenes, le infravalores y que le mientan. Miedos: Volver y enfrentarse al problema que dejó atrás. Lo que más le aterra es decepcionar a su abuela y su hermano, por lo demás le da exactamente igual; Por otro lado, teme perderles o volver a conseguir una buena amistad con alguien, encariñarse de esa persona y que pase algo parecido a lo ya vivido. Aspiraciones: Llevar una vida tranquila en Los Santos, escondido de la policía, y obtener una buena casa, y un coche a poder ser. Pero a lo que realmente aspira es a poder volver alguna vez a Pontevedra, sin nada ni nadie que se lo pueda impedir.
  3. Nombre y apellidos que vayas a usar in game: Lois Muiños Lemos Edad y fecha de nacimiento (REAL) 23/03/1994 (25 Años) Experiencia previa en roleplay: 1 año mas o menos en servidores como Plan maestro y alguno mas pequeño, tambien estuve jugando en Arma 3 Historia completa de tu personaje: Pontevedra. Caldas de Reis. 1994. Fueron las doce de la mañana cuando Lois nació. El primer llanto hubiera sido música celestial para sus padres, jolgorio y mucha emoción, pero desgraciadamente no fue así. Ellos no habían buscado en ningún momento aquel nacimiento—digamos que fue un desafortunado “accidente”— pero tuvieron que resignarse y cuidar de él de la mejor manera que sabían. Eran padres primerizos, y lo que hicieron fue usar a Lois como conejillo de indias antes de que el niño que realmente habían buscado, naciese. Tras unos años, aquel día llegó y fue todo un evento y una celebración, ellos no podían estar más encantados con el bebé. El joven observaba a su pequeño hermano en brazos de su madre, mientras él agarraba la arrugada mano de su abuela. Aquella anciana era la que realmente había cuidado de él, quien le había criado y... sí, también malcriado. Todos los abuelos tenían su ojito derecho, y Lois era el de ella. Sus orbes estaban clavados en las expresiones de sus padres, en las sonrisas que le dedicaban al bebé y que, en cierta manera, le hacían sentir algo de envidia. “¿Por qué no mostraban esa felicidad y ese cariño con él?”, era lo que se repetía una y otra vez en su cabeza sin poder apartar la mirada. De repente, su mano fue agarrada con un poco más de fuerza, y provocó que sus ojos se desviasen hacia el rostro de su abuela. Ella le miraba, dedicándole una tierna y amable sonrisa que consiguió contagiar al moreno. “Es tu hermano pequeño, cuidarás bien de él, ¿verdad?” Fue lo que le preguntó y a lo que el pequeño asintió sin pensar. Siempre había sido un chico solitario y, dado que la relación con sus padres no mejoraba—si no que iba empeorando con el tiempo—al menos mantenía toda su atención en su abuela y su hermano, aquellos a los que quería y protegería a como diese lugar. No obstante, tampoco es que fuese alguien que pudiese mantener largas conversaciones con la gente, no era tampoco muy hablador. Y a pesar de las cortas charlas que tenía con ambos, o las secas palabras que salían de su boca, los dos le conocían y no necesitaban nada más para saber con certeza que eran de las pocas personas que residían en el corazón del muchacho. Obviamente tenía esas normales peleas que tenían los hermanos, y claramente él siempre tenía que tener la última palabra porque era mayor—aunque sus padres siempre le daban la razón al pequeño, como no—pero, aun así, tenía avisado a todo el mundo de que él podía ser el único que tuviese esas peleas con él, no iba a tolerar que nadie le tocase un pelo. No es que fuese alguien popular o temido en el barrio en el que residían— que sin duda era un lugar por el que había que andar con pies de plomo dada su peligrosidad— pero sí que era bastante conocido por gente con la que había que tener cuidado, y ya les tenía avisados de que ni se les ocurriese siquiera mirar a su pequeño hermano. No quería que nadie le llevase por el mal camino y pudiese terminar como él. Y es normal que ahora surja esa duda de... “¿por qué como él?”. Lois había terminado el instituto, la ESO, pero hasta ahí. Luego comenzó a interesarse por el tema de la informática, apasionado de los coches desde niño, y ejercitándose cada día en un gimnasio. Tras graduarse trató de seguir estudiando algún modulo sobre informática, pero, por lo demás, sus padres habían volcado siempre toda su atención- en su hermano, le habían colmado de halagos y, por supuesto, no paraban de repetirle lo orgullosos que estaban de él. Obviamente Lois se sentía mal por aquello, aunque trataba de ocultarlo escondiéndose tras una coraza que él mismo se había construido. Una coraza que en realidad era muy frágil. Pero no por ello odiaba a su hermano, no porque le prefiriesen a él iba a detestarle... ¿para qué?, con eso lo único que haría sería quedarse realmente sólo y aislado. Además, sabía de sobra que quien realmente sentía admiración por él, era su hermano. No era sencillo acercarse a Lois, ser cercano... Pero tampoco imposible y, cuando lo conseguías, era lo más real que se puede imaginar. La lealtad del joven era envidiable y, aquellos afortunados que lo conseguían, podían sentirse agraciados. De ahí que pudiese contar esas amistades con los dedos de una sola mano, y aun así le sobrarían. Podríamos decir entonces que las únicas personas que le soportaban eran tres, contando con su abuela y su hermano pequeño. Este amigo suyo había sido, además, su compañero de travesuras, su mejor confidente y quien conseguía sacarle de casa cuando peor se encontraba. Sin duda era alguien a quien cuidar, pero existía una fina línea entre lo que se quiere y lo que se puede hacer. Lo recordaba perfectamente, ¿cómo olvidarlo? Dudaba el poder quitárselo algún día de la cabeza, y daba por hecho que le perseguiría hasta el fin de sus días. Fue una noche en la que salieron, como cualquier persona joven, a tomar algo a uno de los pubs más concurridos del barrio. Él y su amigo, no necesitaban realmente a nadie más, sobre todo porque para Lois ya sería algo incómodo ser multitud. Todo estaba bien, tranquilo aunque animado. Música alta, chicas y chicos en su patético intento de ligar que, sí, muchas veces resultaba y otras muchas era para darse el gustazo sólo por un rato. Pocas veces se conseguía encontrar a la persona de por vida en esos sitios, pero tampoco era imposible, nada en esa vida lo era... ni siquiera el hecho de que su amigo pereciese y él matase a alguien... ¿verdad? Desgraciadamente así fue, y todo empezó por un choque tonto que bien fue culpa de aquel chico que, sin miramientos, empujó con un disimulo nefasto al amigo de Lois. El estar tranquilo y que, por un movimiento brusco, se te derramase la bebida encima, no era agradable. Pero no, que va, realmente eso molestó, pero no fue el motivo de la desdicha. Ambos intercambiaron miradas de desprecio e inconformidad, desafiantes por parte del otro, pero el amigo de Lois supo mantener la calma y no lanzarse contra ese, pero poco le faltó. Ese se volvió con su grupo de amigos y comenzaron las bromas y las risas, ambos fueron señalados por ellos y comenzaron las mofas y claramente las provocaciones. Pero no, tampoco fue eso lo que desencadenó el infortunio. Por quien terminó la noche manchada de sangre, fue por una chica. Aún en nuestro tiempo existían “personas”, por llamarles de alguna manera, que no diferenciaban entre un “no” y un “si”, y ese grupo de amigotes que se divertían a costa de los demás, no tuvieron bastante aquella noche y necesitaban ponerle la guinda al pastel. Que un grupo de personas rodeasen a una sola ya daba mala espina, pero si encima se escuchaban risas por parte de ellos, y balbuceos y negaciones por parte de la otra, ya se podía dar por hecho que algo malo pasaba. Si bien lo que hizo el amigo de Lois podría contarse como una heroicidad, también podía considerarse como una imprudencia. Lo más inteligente habría sido avisar a las autoridades, pero en ese momento, gente como los dos amigos, eran poseídos por la impulsividad que les caracterizaban y así evitar tener que seguir viendo como molestaban a la joven, sin poder hacer nada. Lois, tras conseguir un poco de cordura antes de la desgracia, sujetó el brazo de su amigo con firmeza, en un triste intento por frenar aquel desastre que tarde o temprano llegaría. Sabía que algo iba a ir mal, lo presentía, pero también sabía que no podría hacer nada por frenarle, le conocía. Es por eso que, tras sujetarle y conseguir que su amigo le mirase, pudo sentir el miedo de no volver a verle. En su interior lo sabía, y su cabeza, por un corto momento, trató de memorizar cada rasgo del joven que fue interrumpido por un tirón de su mano. Este se había conseguido deshacer de él para enfrentarse a esos chicos. Lois tampoco se quedó atrás, iba a tratar de protegerle, pero... no podía negar que era muchos más que ellos y estaban en clara desventaja. Sobre todo, porque uno de ellos tenía un arma blanca que usó contra el joven héroe. Lois estaba siendo golpeado, propinando también buenos golpes, golpes que frenaron en seco al ver como el cuerpo de su amigo se encorvaba y empezaba a brotar sangre de su abdomen. Si hubiesen aguantado un minuto más, se habría salvado gracias a las sirenas de la policía, pero, fue tarde. A Lois le pitaban los oídos, sentía el sabor de la sangre, escuchaba todo embotado y sentía que la cabeza le daba vueltas. Trataba de llegar hasta su amigo, intentando frenar el choque de su cuerpo contra el pavimento. Le mantuvo entre sus brazos mientras los agentes se acercaban a ellos, ponían a la chica a buen recaudo para que les explicase aterrada qué había pasado, y llamaban a la ambulancia. Otros, en cambio, fueron en busca de ese grupo de chicos, responsables de la inminente muerte del joven. Tras ese día, Lois había tratado de dar con el responsable. Su abuela sabía de su impulsividad, aunque tampoco le creyó capaz de hacer lo que iba a hacer en cuanto le tuviese delante. Estuvo más encima de él que de costumbre, velando porque no hiciese ninguna tontería e intentando apoyarle. Lois mantenía mucha rabia acumulada en su interior, que, si bien su abuela conseguía mitigar, muchos recuerdos le venían de pronto e incrementaban esa ira. Muchas veces miraba a su hermano y temía que algún día pudiese pasarle algo similar a él, veía a su amigo reflejado en él. Quedó con alguien que le proporcionó el arma, manteniéndose frío en cada momento. Ahora sólo quedaba su objetivo, el cual ya sabía dónde encontrar gracias a su otro contacto. Esta vez no estaba con sus amigotes, estaba sólo, dirigiéndose a casa tras salir del juzgado. Había esperado a que sus acompañantes se fuesen o despistasen para ir directo a por él y, sin pensarlo dos veces, hundir esa navaja en su abdomen. Agarraba con tanta fuerza el objeto, que parecía tenerlo incrustado en la mano, con lo que la fuerza fue superior a la esperada. Podría haberle dicho algo, pero no salió nada de su boca. Sólo el hecho de saber que se moriría, era más que suficiente para cubrir su necesidad de venganza. Sabía que su amigo no iba a volver con ese gesto, su abuela se lo había dicho mil veces, pero al menos se quedaba tranquilo de saber que no iba a tocar a su hermano en ningún momento. ¿Y ahora qué? Era consciente de que tarde o temprano la policía daría con él si se quedaba allí. Le hubiese dado igual ser encerrado, pero darles el placer a sus padres de verle fracasar de esa forma no era algo que tuviese en mente. Pero más aún, no estaba dispuesto a que las dos personas que más quería le viesen entre rejas. Ya no sentía ira, más bien vergüenza y miedo del cómo le mirarán su pequeño hermano y su anciana abuela. No le quedaba más remedio que huir, irse lejos, lo más lejos posible. Claramente aquello no iba a ayudar en que esos sentimientos se disolviesen, pero no podía pensar en otra cosa en esos momentos. Así fue como cogió el coche con sus cosas, su billete de avión, y se dirigió al aeropuerto y, posteriormente, a los Santos. No tenía un objetivo concreto, quizás mantenerse oculto, buscar el perdón de alguna manera o simplemente huir para no ser una mala influencia para su hermano. Vivir con eso no iba a ser fácil, pero no le quedaba otra. Trabajar, conseguir dinero, labrarse una buena vida y, entonces... quizás volver algún día y enfrentarse al problema. Cualquier cosa que quieras añadir (Opcional):-
  4. Estoy trabajando en la historia intentare publicarla hoy mismo
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